viernes, 18 de diciembre de 2015

Conferencia de París sobre Cambio Climático

El pasado viernes 11 de diciembre de 2015 se clausuraba en París (Francia) la XXI Conferencia Internacional sobre el Cambio Climático.  Una reunión de alto nivel englobada en el programa marco de la ONU sobre esta cuestión (Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. CMNUCC). 

El propósito de esta conferencia era alcanzar un acuerdo mundial para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en la atmósfera.  La conferencia se centró en cuestiones metodológicas sobre como abordar el cambio climático (“Acuerdo de París”, pendiente de ratificación por el G -55).

 El acuerdo prevé una reducción de emisión de gases de efecto invernadero hasta llegar  al 2  ºC de calentamiento global antes de 2100. De esta forma se espera restaurar los niveles naturales anteriores a la Revolución Industrial (S.XVIII –XIX).  Este ambicioso acuerdo  tiene el escollo fundamental de los intereses económicos de países como Estados Unidos o China, cuyas emisiones son  las más altas del planeta.

El acuerdo alcanzado in extremis es voluntario (del “deberían” inicial, se pasó al “deberán” del texto final) y no vinculante. Sin embargo al contrario que en Acuerdo de Kioto, en este acuerdo se ha establecido un protocolo ético (no legal) para los países que incumplan el acuerdo.  Estos países quedaran señalados como principales culpables del deterioro del planeta, lo cual significará que su producción y su economía se verán afectadas por el rechazo internacional.

La comunidad científica ha trabajado mucho desde el acuerdo frustrado de Kioto para buscar un equilibrio entre desarrollo económico y respeto al medio natural. Son muchos los intereses que obran en contra de los acuerdos medioambientales internacionales.  Es mucho el dinero que se juegan y ello podría poner en peligro, no ya el acuerdo; sino la propia supervivencia de los seres vivos en este planeta.

Lo que se juega con estas iniciativas globales es precisamente evitar la extinción masiva de especies, incluida la humana, en la Tierra en las próximas décadas de seguir con los niveles actuales de CO2 en la atmósfera, la sobreexplotación de los recursos naturales o la mala gestión del agua.

Según la comunidad científica en relación con el Cambio Climático el planeta Tierra por si mismo y de forma natural también emite CO2 a la atmósfera. Esta emisión proviene fundamentalmente de la actividad volcánica y de la liberación de gases tóxicos, como el metano, que están atrapados en los suelos de la tierra (calizas) y en los casquetes polares. Esta emisión se ha calculado en tan solo un 2%  del CO2 total de la atmósfera en la actualidad. El 98% restante corresponde a emisiones procedentes de la actividad humana.  La mayor concentración se da en el hemisferio norte, el área más industrializada, urbanizada y con mayores densidades de población del globo terráqueo.

El agente contaminante que produce CO2  se ha situado principalmente en los materiales fósiles: Carbón, Petróleo y Gas.  Cualquier persona, sociedad, estado o industria que los utilice como combustible o materia prima está contribuyendo a aumentar el CO2 en la atmósfera.

El CO2 provoca el calentamiento progresivo de la atmósfera al  retener el calor del sol en el planeta. Este calentamiento produce un efecto similar a un invernadero con consecuencias negativas para la vida en la Tierra: Desertización, aumento del nivel del mar (Deshielo del permafrost), reducción de oxígeno en la atmósfera y aumento de gases tóxicos (Contaminación).

El fenómeno aun no es global y puede reducirse si hay voluntad para ello.  La solución más práctica y a la larga más eficaz es un cambio en la mentalidad social, política y empresarial; sobre todo en aquellos países y regiones que emiten mayores tasas de CO2 a la atmósfera.

En la actualidad la tecnología existente sigue mayoritariamente utilizando como energía combustible y derivados de los materiales fósiles. Es decir una energía no renovable, contaminante y sujeta a los yacimientos existentes. La sobreexplotación de los mismos ha reducido drásticamente las reservas disponibles. La demanda creciente de esta tecnología amenaza con acabar con estos recursos en muy poco tiempo, en las próximas décadas. Esto puede desestabilizar a corto plazo la economía local, regional y global.

La reconversión industrial necesaria para pasar de un sistema basado en energía no renovable a otro nuevo que tenga como base la energía renovable tiene un alto coste en la actualidad. Las grandes corporaciones empresariales y las políticas gubernamentales de los países desarrollados tienden en líneas generales a evitar, frenar el  desarrollo o incluso a boicotear cualquier intención de cambios en su sistema energético.

Por lo que vemos el cambio climático provoca en la actualidad un gran impacto sobre la política, la economía y la sociedad global.  Desde la histórica Cumbre de Rio (1992) La comunidad internacional, auspiciada por la ONU, ha buscado desde distintas ópticas y entornos soluciones a corto y largo plazo. Estas cumbres han dado lugar a un sinfín de organizaciones y proyectos de todo tipo. Muchos de los cuales han quedado en papel mojado debido a la presión de los actores políticos o económicos-empresariales para que no se llevasen a efecto.

 Sin embargo  este desarrollo de la “conciencia ecológica” mundial ha favorecido que la sociedad civil se sienta avocada a exigir su derecho a tener una vida saludable y productiva en armonía con la naturaleza. Esta exigencia obliga a los gobiernos a adoptar decisiones en la misma línea, en especial en países democráticos. Decisiones que unos casos son acertadas y en otros casos nefastas. Muchos se quedan únicamente en el texto de la ley, otros tratan de acomodar los acuerdos a sus intereses y otros buscan como aplicarla éticamente a la vida real.

La “conciencia ecológica” ha cambiado la mentalidad. Además de luchar contra el cambio climático, se lucha por proteger la naturaleza, se lucha por buscar políticas de “Bienestar Social”  en sentido general (no ideológico),  abordando por una parte el riesgo de exclusión social y combatiendo las causas que genera la pobreza. A nivel cultural se busca el desarrollo natural de los pueblos, en especial de los pueblos indígenas menos desarrollados.Es una nueva forma de vida, una forma que te obliga a adoptar la ética como medio para diferenciar aquello que contribuye al deterioro del planeta y aquello que contribuye a la recuperación del medio natural.  

Recientemente el Papa Francisco en su encíclica “Laudatio Si”  abordaba esta cuestión desde presupuestos morales religiosos. Si la naturaleza y en ella el ser humano es obra de Dios; entonces nuestro deber como fieles es proteger y defender esa obra. Pero también siendo proactivos, denunciando a aquellos que quieren dañarla y exigiendo garantías para su protección.

El mundo sindical (Confederación Sindical Internacional) afirmaba que para acabar con la pobreza estructural era preciso tomarse en serio el cambio climático. Cambiar de sistema energético es una exigencia irrenunciable.  Tanto en la creación de nuevos puestos de trabajo, como en la mejora de las condiciones de vida y laborales de los trabajadores. Un trabajador sano rinde más que uno enfermo.  El deterioro medioambiental tiene consecuencias directas sobre la salud humana.

 Las empresas deberán tener en cuenta el coste que supone el cambio climático a corto y largo plazo. Los estudios indican que estos costes se reducirían con el cambio del sistema energético. Merece pues la pena adaptarse a la nueva situación del planeta.

 Nuestro futuro está en nosotros mismos.

El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar”. (Papa Francisco I. Laudatio Si. 24 de marzo de 2015)