Ayer se cumplían cuarenta y nueve
años desde aquel 21 de julio de 1969, cuando el astronauta estadounidense Neil
Armstrong se convertía en el primer terrícola que pisaba la Luna, pronunciando
aquella mítica frase que ha quedado en el recuerdo colectivo: “Esto es un pequeño paso para el hombre,
pero un gran salto para la humanidad”.
Desde la antigüedad muchos
científicos, pensadores y escritores soñaron con llegar a la Luna, el satélite
orbital natural del planeta Tierra. La
Luna siempre a inspirado a poetas y soñadores, estimulado la creatividad y la
imaginación de muchas personas.
El gran genio de la literatura
fantástica del siglo XIX Jules Verne ya imaginaba legar a la luna a bordo de un
proyectil inmenso, impulsado por la carga explosiva de un gigantesco cañón. Verne además de ser uno de los genios
literarios universales, influyó poderosamente en el mundo científico.
Muchos pequeños lectores de Verne
fueron de adultos grandes científicos e inventores. Entre ellos el ingeniero alemán,
nacionalizado estadounidense, Wernher
von Braun (1912-1977), pionero de la balística y de los proyectiles dirigidos de
gran alcance en la década de 1930. El viejo sueño de Verne (Wernher era un
apasionado de las novelas de Jules Verne) se cumplía con las primeras misiones
al espacio en las décadas de 1960 y 1970. Las cuales pudieron ser posibles
gracias, en parte, a los diseños de von Braun.
La Luna, sin duda, fue el primer
objetivo de las primeras misiones humanas en el espacio exterior. El sueño de
llegar allí estaba al alcance de la tecnología existente. Con cohetes “Saturno V”, que había mejorado las capacidades tecnológicas de
ingenios anteriores, comenzaba en 1963 la carrera espacial de los Estados
Unidos de América.
Si bien desde principios de la
década de 1950 los soviéticos habían desarrollado una tecnología similar a la
de Braun (Al frente estuvo uno de los mentores de von Braun), habían lanzado el
satélite artificial Sputnik 1 y llevado
a Yuri Gagarin a la órbita terrestre, tras la prueba fallida con la perra Laica;
aun no estaban en disposición de llevar a un ser humano a la Luna.
En el contexto de la Guerra Fría
(1943-1993) Estados Unidos y la URSS
competían en la carrera espacial. Llegar
a la Luna se había convertido en el objeto de deseo de ambas potencias. Quien
llegara primero al satélite habría triunfado en la conquista del espacio; lo
que le daría una enorme ventaja sobre el vencido.
La llegada a la luna supuso el
triunfo de la ingeniería norteamericana frente a la soviética. Estados Unidos
plantó allí su bandera en un acto simbólico de toma de posición del satélite
por parte teórica de Estados Unidos (Al menos hasta la firma del Tratado de la Luna de 1979), pero
moralmente en nombre de toda la humanidad, al ser considerada un “bien común de la humanidad”.
La Luna es desde 1969 objeto de
observación y estudio científico a nivel mineralógico, impacto del viento
solar, la posible existencia de agua en
el subsuelo lunar, los impactos de cuerpos celestes sobre la superficie lunar,
estudios sobre la influencia de la Luna en la gravedad terrestre….
Pero también es oscuro deseo por parte de los
cuerpos militares que ven en el satélite un lugar idóneo para establecer una
base espacial permanente militarizada desde la que operar para la conquista del
espacio exterior; también están los que desean convertir a la Luna en un bien
comerciable, bien a nivel inmobiliario (Es decir vender parcelas de la luna a terrícolas),
bien a nivel turísticos (Viajes turísticos espaciales)…. También están los ufólogos,
freakies y teóricos de la conspiración que ven en la Luna una gran mina de
argumentos para vender al gran público.
En 2018/2019 se espera que llegue
una nueva misión norteamericana (NASA) al satélite coincidiendo con el
cincuentenario de la llegada del primer ser humano al satélite. Los indicadores
que misiones anteriores nos han dejado, han mostrado nuevos campos en la
investigación científica que pueden ser muy útiles en el conocimiento de cómo se
formó la Tierra y el sistema solar; también para comprobar con tecnología
actual algunos descubrimientos que en el
pasado no pudieron estudiarse por falta de tecnología adecuada.
La idea de la colonización lunar por
parte de terrícolas no ha quedado
apartada del todo. Hoy podría ser una realidad y facilitaría mucho la
exploración científica de nuestro sistema solar acortando distancias con los
planetas más cercanos, al no tener que superar la gravedad terrestre. Las
nuevas naves espaciales podrían ahorrar energía y combustible si en vez de
salir de la Tierra, lo hicieran desde la Luna. La colaboración entre agencias,
demostrada en la construcción de la Estación Espacial Internacional,
facilitaría mucho el avance científico en el campo del estudio del espacio
exterior.
“Vete al comedor, da una vuelta alrededor de la mesa mirado
siempre su centro, y cuando hayas concluido el paseo circular, habrás dado una
vuelta alrededor de ti mismo, puesto que la vista habrá recorrido todos los
puntos del comedor. Pues bien, el comedor es el cielo, la mesa es la Tierra y
tú eres la Luna”
(Jules Verne)