Durante siglos la humanidad ha
convivido con el espacio natural que le era propio. Durante siglos la humanidad
ha tomado de la naturaleza los recursos necesarios para la vida. Durante siglos
la humanidad ha respetado el medio natural en un sentido ecológico. Ha devuelto
a la naturaleza aquello que tomó de más.
Pero en los últimos siglos esa
devolución y ese respeto debido a la naturaleza no se han producido. La
sobre explotación del medio natural ha roto el equilibrio natural original. Como
consecuencia de ello se ha producido deforestación, reducción de acuíferos y cambios en el
paisaje natural. Todo ello ha afectado a la vida en el Planeta, incluida la
humana y todo ello ha propiciado un cambio climático que ya está mostrando sus
efectos destructivos.
Hasta el siglo XVIII los
cambios climáticos se producían de forma natural cada muchos milenios, este
cambio era debido principalmente a la actividad volcánica y sísmica natural. A
partir del siglo XVIII, la humanidad ha aumentado sus emisiones de CO2 a la atmósfera, contribuyendo con ello a
producir el llamado “efecto invernadero”. Un efecto climático que produjo
un progresivo calentamiento de la atmósfera.
Este calentamiento – que aún
continúa - derrite hoy el permafrost y
los glaciares. El agua generada va a parar al mar, aumentando éste su caudal.
Las zonas insulares y de costa son las más perjudicadas. Este calentamiento
seca los acuíferos vitales para la vida animal y vegetal en la zona
continental, produciendo un efecto grave de desertización. Esta desertización
afecta básicamente a los recursos alimentarios en todo el planeta.
El oxígeno, el agua y la
alimentación, vitales para la vida en el planeta está retroceso. Hasta la cumbre de París, los países
generadores de emisiones de CO2 a la
atmósfera optaban por comprar y vender “cuotas” de emisiones a cambio de
mantener su producción industrial como si de una mercancía se tratase. Grandes
intereses económicos y financieros jugaban en contra de una parte de la
población mundial que deseaba frenar el deterioro del planeta.
Los mecanismos contra el
incumplimiento de París están comenzando a dar sus frutos. Pero aun queda mucho
por hacer. No es solo una cuestión de
políticas estatales o pan estatales; es un cambio de mentalidad por parte de
los gobiernos, ciudadanos y de las empresas.
El planeta Tierra es – como dice el Papa Francisco – “nuestra casa
común” y hemos de cuidarla. Es una cuestión ética que no debe ser
menospreciada.
La disminución de la
contaminación es el primer paso. Más que reciclar, es mejor no usar los
residuos contaminantes. Las empresas productoras de estos residuos han de
cambiar su modelo de producción para reducir o eliminar aquellos elementos que
puedan generar algún tipo de residuo contaminante.
La enfermedad del planeta se llama
contaminación, el reciclaje es un remedio para aliviar la carga contaminante,
pero no cura la enfermedad. Lo mejor es prevenir antes que curar. Es
mejor no generar residuos contaminantes, que reciclar. Eso no quiere decir que
haya que dejar de reciclar. Aunque no cure, alivia.
El papa Francisco en su
magnífica encíclica “Laudatio Si” nos da 10 consejos concretos para evitar
dañar al planeta, incorporando un cambio de mentalidad y de vida para eliminar
el hábito contaminante.
1.- Disminuir el USO del
material plástico y del papel
2.- Reducir el CONSUMO de agua
3.- SEPARAR los residuos
4.- Cocinar SOLO lo que se
pueda comer
5.- Respetar a los demás
6.- UTILIZAR el transporte
público
7.- Plantar más árboles
8.- APAGAR las luces
innecesarias
9.- VIVIR DE FORMA MÁS SENCILLA
10.- Volver a SENTIR que nos
necesitamos unos a otros.
Todo un decálogo para una vida
respetuosa con el medio ambiente, al que seguro se podrán incluir otras medidas
concretas en nuestra vida cotidiana, como por ejemplo el USO EFICIENTE De la
energía, priorizando la energía renovable frente a la energía no
renovable.
El uso de las bolsas de
plástico es sin duda el mayor hándicap que tendremos que asumir. Por Internet
se pueden ver las fotos del llamado “Sexto continente” flotante que está
en medio del Pacífico, compuesto principalmente por plásticos generados en todo
el mundo. Una llamada de atención a como estamos tratando al planeta.
La nueva ecología del siglo XXI,
más que una tradicional ideología de izquierdas, es un movimiento civil,
religioso, cultural y ético que afecta a todo el mundo. Cualquier persona,
independientemente de sus creencias o ideologías debe sumarse a este movimiento
que únicamente quiere que el planeta Tierra siga siendo habitable.
Un movimiento que pone el
acento en la solidaridad y en la fraternidad humana. Que va más allá de políticas
concretas y de cuestiones economicistas.
Se trata de poner freno a un consumo desbordado por la tiranía de
grandes empresas especulativas y contaminantes.
Se trata también de recuperar el carácter gregario y comunitario de la
especie humana. Hay que reconciliar al ser humano con la naturaleza. El punto 7 del decálogo de Francisco es el que
más se acerca a esta forma de pensar: devolver a la naturaleza lo que le hemos
quitado de más. Recuperar los bosques y las selvas contribuye a frenar el
cambio climático.
De vosotros depende. Yo al
menos quiero seguir viviendo en un planeta habitable.
En "DiocesisMálaga, semanario de la Iglesia Católica en Málaga"
nº 960
28 de febrero de 2016
página 7
No hay comentarios:
Publicar un comentario