lunes, 27 de julio de 2015

Salvemos las librerías de ocasión y de segunda mano

Desde hace algunos años libreros de ocasión y segunda mano de toda la vida me comentaban que estaban vendiendo pocos libros. Aun más difícil lo tienen los que se ocupan de la compraventa de libros usados o de ocasión.  Uno de ellos me comentaba: “de todos los que entran en la librería, el 90 % son para vender libros, el 10 % para comprar”.

Para muchos de ellos vender libros usados y/o de ocasión no es rentable, muchos piensan en el cierre si sigue la tendencia.  Sobreviven gracias a las ventas on line, en subastas por internet.  Muchos libreros se han pasado a otros soportes como el añorado disco de vinilo, o el DVD/CD de los años 80 y 90 convertidos ya en reliquias del pasado, en modernas antigüedades.

Los libros de antiguo o “de viejo” perviven gracias al material que disponen. El precio de estos libros genera una gran rentabilidad para el librero. El coleccionismo es la base del negocio y el librero es el proveedor necesario para saciar la ansiedad del coleccionista.  Es sin embargo un mercado muy limitado y cerrado, poco accesible al neófito.  Las ventas en subastas nacionales o internacionales son su seña de identidad.

En general da la impresión que las librerías de toda la vida están condenadas a desaparece, no son rentables y su producto no es competitivo en un mercado y sociedad cambiante.

 Recordaba hace poco con un amigo la serie “La fuga de Logan” donde un futuro apocalíptico (la época actual) no dejaba que la gente superara los 25 años.  No había viejos y por tanto toda la cultura superior a los 25 años había de ser destruida. El pasado no existía, se vivía el presente. Hasta que Logan y sus amigos lograron el imposible: retar al poder establecido. Y entre las cosas antiguas que tenía eran reliquias de antiguos libros en papel.  Pero no podían cogerlos, porque se deshacían en las manos.

Da la sensación que el libro en papel va camino de su desintegración con las posibilidades que la tecnología hoy nos ofrece.  El papiro sustituyó a la tablilla de arcilla, el pergamino al papiro, el papel al pergamino, el impreso al manuscrito y a partir de la década de 1960 los “media” acabaron por ser más atractivos que el libro en papel hasta la actual revolución digital. El libro en papel se ha convertido hoy en una reliquia del pasado, en una antigüedad, en una pieza de museo.

Las nuevas generaciones han nacido, como quien dice, con un móvil bajo el brazo. Para ellos leer en papel es aburridísimo y no le llena. El libro en papel no es interactivo, no es multinivel, ni multiplataforma. No ofrece las  infinitas posibilidades de e-book conectado a una red global.   En la red tienen todos los libros del mundo al alcance de un solo clic y en general de forma gratuita (hay muchas bibliotecas públicas que tienen fondos digitalizados o creados digitalmente a libre disposición del usuario). 

Estos cambios en los comportamientos y costumbres sociales está dejando obsoleto la tradicional y placentera costumbre de leer un buen libro.  Hoy muchos  de los que leen lo hacen por medio de una tableta electrónica o en cualquier dispositivo disponible. Muy pocos leen libros en papel. 

Los niños menores de 18 años y los mayores de 40 son los que mantienen la lectura en papel. Basta con ir a un centro comercial y ver las novedades editoriales para darse cuenta que la estadística no engaña. Los libros infantiles (hasta los 12 años) ocupan el 80 % / 90 % de los estantes, y el resto es literatura para adultos (casi el 100 % bet sellers)  de entre 40 y 60 años. 

Podemos ver como el público adolescente y joven se arremolina en la zona electrónica del centro comercial; pero apenas podemos verlos en la zona  de libros en papel. Los expertos en mercadotecnia lo saben y condicionan el hábito lector en torno a autores estrella o editoriales con mayor audiencia en los medios de comunicación.

En cuanto a contenidos se aprecia últimamente una pobreza intelectual y cultural en general. Las novelas de ficción o históricas, los libros de autoayuda, la literatura “femenina” copan los contenidos de las estanterías en los centros comerciales.  Muy pocos libros de historia, literatura, filosofía, ciencias, cultura en general de autores profesionales asoman en los rincones apartados de las estanterías. La cultura con mayúsculas queda arrinconada. La cultura en general no vende.

En esto tiene mucha culpa del cambiante sistema educativo; pero también de la actitud y comportamiento de las autoridades públicas hacia la cultura. Cuando desde el poder político no se fomenta la cultura como un elemento fundamental para la conformación de los principios y valores sociales, es muy difícil que la población pueda acceder a la cultura de forma natural.  La cultura se ve hoy como un negocio y sus bienes como productos puestos a la venta.  El consumo orienta el mercado y la cultura se hace por tanto esclava del mercado.

Lo mismo pasa con los libros. Se han convertido en productos de mercado. El consumo determina sus contenidos. La rentabilidad del librero condiciona la selección de autores y editores.  Los medios de comunicación son los canales de venta preferentes.  Muchos de ellos forman parte de grupos editoriales y muchos grupos editoriales forman parte del accionariado de los medios de comunicación. 

En este contexto la librería de antiguo, de ocasión y de segunda mano ha quedado obsoleta como canal preferente de ventas. El librero es una profesión a extinguir.  El libro en papel  es una reliquia del pasado. 

Mi deseo como amante de los libros y antiguo bibliotecario es que el libro en papel no desaparezca como tal. Debemos los amantes de los libros y de las librerías de toda la vida comprar y leer libros en papel para evitar que las librerías tengan que echar el cierre.  Si todos compran libros, el precio bajará y por tanto podrá convivir el libro convencional con el e-book.


En Kalímacos defendemos la librería convencional y el libro en papel, sin que ello suponga menoscabo del e-book, que también es necesario.  Lo importante de un libro es su contenido; pero también su formato. 


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