Desde hace algunos años libreros de
ocasión y segunda mano de toda la vida me comentaban que estaban vendiendo
pocos libros. Aun más difícil lo tienen los que se ocupan de la compraventa de
libros usados o de ocasión. Uno de ellos
me comentaba: “de todos los que entran en la librería, el 90 % son para
vender libros, el 10 % para comprar”.
Para muchos de ellos vender
libros usados y/o de ocasión no es rentable, muchos piensan en el cierre si
sigue la tendencia. Sobreviven gracias a
las ventas on line, en subastas por internet. Muchos libreros se han pasado a otros
soportes como el añorado disco de vinilo, o el DVD/CD de los años 80 y 90
convertidos ya en reliquias del pasado, en modernas antigüedades.
Los libros de antiguo o “de
viejo” perviven gracias al material que disponen. El precio de estos libros
genera una gran rentabilidad para el librero. El coleccionismo es la base del
negocio y el librero es el proveedor necesario para saciar la ansiedad del
coleccionista. Es sin embargo un mercado
muy limitado y cerrado, poco accesible al neófito. Las ventas en subastas nacionales o
internacionales son su seña de identidad.
En general da la impresión que
las librerías de toda la vida están condenadas a desaparece, no son rentables y
su producto no es competitivo en un mercado y sociedad cambiante.
Recordaba hace poco con un amigo la serie “La
fuga de Logan” donde un futuro apocalíptico (la época actual) no dejaba que
la gente superara los 25 años. No había
viejos y por tanto toda la cultura superior a los 25 años había de ser
destruida. El pasado no existía, se vivía el presente. Hasta que Logan y sus
amigos lograron el imposible: retar al poder establecido. Y entre las cosas antiguas
que tenía eran reliquias de antiguos libros en papel. Pero no podían cogerlos, porque se deshacían
en las manos.
Da la sensación que el libro en
papel va camino de su desintegración con las posibilidades que la tecnología
hoy nos ofrece. El papiro sustituyó a la
tablilla de arcilla, el pergamino al papiro, el papel al pergamino, el impreso
al manuscrito y a partir de la década de 1960 los “media” acabaron por
ser más atractivos que el libro en papel hasta la actual revolución digital. El
libro en papel se ha convertido hoy en una reliquia del pasado, en una antigüedad,
en una pieza de museo.
Las nuevas generaciones han nacido,
como quien dice, con un móvil bajo el brazo. Para ellos leer en papel es aburridísimo
y no le llena. El libro en papel no es interactivo, no es multinivel, ni
multiplataforma. No ofrece las infinitas
posibilidades de e-book conectado a una red global. En la
red tienen todos los libros del mundo al alcance de un solo clic y en general
de forma gratuita (hay muchas bibliotecas públicas que tienen fondos
digitalizados o creados digitalmente a libre disposición del usuario).
Estos cambios en los
comportamientos y costumbres sociales está dejando obsoleto la tradicional y
placentera costumbre de leer un buen libro. Hoy muchos
de los que leen lo hacen por medio de una tableta electrónica o en
cualquier dispositivo disponible. Muy pocos leen libros en papel.
Los niños menores de 18 años y
los mayores de 40 son los que mantienen la lectura en papel. Basta con ir a un
centro comercial y ver las novedades editoriales para darse cuenta que la estadística
no engaña. Los libros infantiles (hasta los 12 años) ocupan el 80 % / 90 % de
los estantes, y el resto es literatura para adultos (casi el 100 % bet
sellers) de entre 40 y 60 años.
Podemos ver como el público
adolescente y joven se arremolina en la zona electrónica del centro comercial;
pero apenas podemos verlos en la zona de
libros en papel. Los expertos en mercadotecnia lo saben y condicionan el hábito
lector en torno a autores estrella o editoriales con mayor audiencia en los
medios de comunicación.
En cuanto a contenidos se aprecia
últimamente una pobreza intelectual y cultural en general. Las novelas de
ficción o históricas, los libros de autoayuda, la literatura “femenina”
copan los contenidos de las estanterías en los centros comerciales. Muy pocos libros de historia, literatura,
filosofía, ciencias, cultura en general de autores profesionales asoman en los
rincones apartados de las estanterías. La cultura con mayúsculas queda
arrinconada. La cultura en general no vende.
En esto tiene mucha culpa del cambiante
sistema educativo; pero también de la actitud y comportamiento de las
autoridades públicas hacia la cultura. Cuando desde el poder político no se
fomenta la cultura como un elemento fundamental para la conformación de los
principios y valores sociales, es muy difícil que la población pueda acceder a
la cultura de forma natural. La cultura
se ve hoy como un negocio y sus bienes como productos puestos a la venta. El consumo orienta el mercado y la cultura se
hace por tanto esclava del mercado.
Lo mismo pasa con los libros. Se han
convertido en productos de mercado. El consumo determina sus contenidos. La
rentabilidad del librero condiciona la selección de autores y editores. Los medios de comunicación son los canales de
venta preferentes. Muchos de ellos
forman parte de grupos editoriales y muchos grupos editoriales forman parte del
accionariado de los medios de comunicación.
En este contexto la librería de
antiguo, de ocasión y de segunda mano ha quedado obsoleta como canal preferente
de ventas. El librero es una profesión a extinguir. El libro en papel es una reliquia del pasado.
Mi deseo como amante de los
libros y antiguo bibliotecario es que el libro en papel no desaparezca como
tal. Debemos los amantes de los libros y de las librerías de toda la vida
comprar y leer libros en papel para evitar que las librerías tengan que echar
el cierre. Si todos compran libros, el
precio bajará y por tanto podrá convivir el libro convencional con el e-book.
En Kalímacos defendemos la
librería convencional y el libro en papel, sin que ello suponga menoscabo del
e-book, que también es necesario. Lo
importante de un libro es su contenido; pero también su formato.
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