jueves, 18 de mayo de 2017

17 de mayo, Día Internacional del Reciclaje




El reciclaje como actividad industrial surgió después de la segunda guerra mundial (1939-1945) al desescombrar los edificios destruidos en las grandes ciudades. Los arquitectos reutilizaron los materiales de los antiguos edificios, para construir las nuevas edificaciones. Después comenzaron a pensar en cómo sacar provecho de esta actividad, dado que reducía los costes de producción, surgiendo así un nuevo sector económico: el del reciclaje.

Fue a partir de la década de 1970 y 1980 cuando el reciclaje pasó a convertirse en una actividad social englobada dentro de los movimientos naturalistas y conservacionistas de los espacios y especies naturales.  Con las cumbres medioambientales, los gobiernos se fueron de forma asimétrica y no siempre dando facilidades, adaptando a políticas medioambientales favorables a mejorar la vida en el planeta, preservar las especies amenazadas y reservar espacios libres de presencia humana. En los últimos tiempos las políticas medioambientales se han orientado hacia la calidad del aire que respiramos, la calidad del agua que bebemos o la calidad de los alimentos que comemos.

La energía es un escollo para el desarrollo de los pueblos y también para las políticas medioambientales. Los intereses de la industria y los desafíos del activismo social se contraponen, dejando a los gobiernos en una complicada posición.  En muchos casos se han formado lobbies energéticos que apuestan por el mantenimiento de sistemas productivos altamente contaminantes o nocivos para la vida en el planeta. Sus intereses financieros y económicos condicionan su posicionamiento.  Por el contrario el activismo social  apuesta por una energía limpia de contaminantes; así como por una producción respetuosa con el medio ambiente y la salud de las personas.

Los gobiernos afirman en teoría y públicamente estar de acuerdo con las políticas medioambientales conservacionistas y con apostar por la energía limpia; pero en la práctica se ven avocados a someterse a las presiones de los lobbies energéticos y a la industria agresiva con el medio ambiente. Los tratados internacionales han sido machacados hasta el extremo. La guerra energética es una realidad en la actualidad. El activismo conservacionista ha sido denostado, perseguido y condenado al ostracismo. Las leyes se han hecho a medida de las grandes industrias contaminantes.

El reciclaje  es una concesión que los gobiernos han hecho a los activistas para justificar su teórico posicionamiento hacia la energía limpia y los procesos productivos respetuosos con el Medio Ambiente.  Tener servicios de recogida y procesamiento de residuos urbanos genera mucho voto ciudadano. Da buena imagen al municipio y engrandece la figura de sus autoridades. En realidad el reciclaje es un arma de doble filo.

Por una parte retira de la circulación ingentes cantidades de residuos, conciencia a la gente y favorece la vida a nivel local; pero por otro se mantiene la generación de residuos dado que el reciclaje es hoy un sector económico en ascenso. Da de comer a muchas familias y genera muchos puestos de trabajo.

Pero por otra no acaba de solucionar el problema de la generación de residuos.  En algunos países han convencido a sus ciudadanos en la necesidad de cambiar los hábitos de consumo y el estilo de vida.
 
Muchas veces no somos conscientes de la basura que generamos, no somos conscientes de la cantidad de envases que no reutilizamos, no somos conscientes del papel que usamos a diario. 

Nosotros somos el problema al generar residuos. Si reducimos los residuos, no será preciso reciclar.

El reciclaje es el resultado de una forma de vida hostil con el medio ambiente. La concienciación medioambiental habría de caminar  hacia un estilo de vida diferente. El reciclaje es la muleta; ayuda, pero no soluciona.

Existen hoy muchas iniciativas al respecto tanto desde la esfera pública, como desde el sector privado. Promocionar una vida sana es una forma altruista en la que cualquier persona puede participar en este proyecto global que pretende recuperar el planeta tierra como nuestro hogar.

Apostar por un bienestar físico, psicológico y emocional es una buena forma de iniciar un estilo de vida saludable. El ejercicio físico, el equilibrio emocional, tener una buena salud mental, tener un cuerpo sano a efectos médicos, es la base a partir de la cual gira todo proyecto medio ambiental. Comencemos por uno mismo y nuestro entorno inmediato.

En este sentido la buena alimentación es fundamental. La dieta que consumamos ha de ser la adecuada a nuestro estado físico y mental.  La pirámide de alimentos es una herramienta esencial para encontrar el equilibrio dietético que necesitamos para tener una buena salud nutricional.

El ejercicio físico regular se ha revalorizado en los últimos años, e incluso forma parte de la pirámide nutricional actualmente. Tiene infinidad de beneficios para el cuerpo humano y también a nivel psicológico, dado que refuerza la autoestima, combate el estrés y aumenta la vitalidad entre otros beneficios.

El equilibrio emocional es fundamental para tener una vida sana. La vida a veces nos coloca en situaciones desagradables y de estrés. Muchas veces no sabemos cómo reaccionar y a veces todo ello nos puede conducir a la depresión o a la esquizofrenia. Aceptar lo que uno es, con sus límites, sus virtudes y defectos, es una buena forma de tener equilibrio emocional. Saber reaccionar en la medida oportuna ante una situación de estrés, favorece la comunicación interpersonal y nos hace sentir bien.

El bienestar emocional es fundamental para ganar en autoestima y en iniciativa. En la Grecia clásica se decía aquello de “Conócete a ti mismo” y Descartes decía “pienso, luego existo”.  El reconocimiento de uno mismo ayuda en la maduración de la persona como individuo y ayuda en sus relaciones personales con su entorno.

 Cuando uno tiene vida sana, puede aportar ideas razonables al conjunto de la sociedad, puede implicarse en proyectos concretos o participar del debate público dando su opinión. 

En las asociaciones y movimientos medioambientales, se puede ver el activismo hacia todas estas cuestiones, con mayor o menor exaltación de las ideas. Existen en las mismas gentes que desde la razón y la buena política (esa que tanto escasea últimamente) tratan realmente de mejorar el medio ambiente proponiendo cambios sustanciales en las políticas gubernamentales o en la legislación en base a una hoja de ruta o agenda medioambiental,  a través de experiencias o estudios científicos contrastados.

Por desgracia también hay mucho radical y fanático suelto (el “ecologista coñazo” que diría mi tío Luis q.e.p.d.), aquel que pretende hacer las cosas de forma brusca y a menudo violenta  (Lo cual es un contrasentido, dado que los activistas medioambientales suelen ser por lo general pacíficos) para imponer su voluntad.

Por tanto el reciclaje es bueno, se ha de hacer y se ha de concienciar a todos; pero no es la solución. El cambio de vida y de hábitos de consumo favorece más a la naturaleza que el reciclaje de residuos.  No generar residuos y usar energías limpias contribuye a la mejora del medio ambiente.


Es preciso en este día señalado reivindicar al gobierno una política medioambiental para España vinculada al desarrollo y extensión de la energía limpia y no vinculada a los intereses del lobby energético controlado por las grandes eléctricas del país.  España lleva mucho retraso en el cambio de modelo energético. En otros países europeos ya llegan al 100% de energía limpia. ¿A qué espera nuestro gobierno para sumarse a la energía limpia?



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