No digo que no les falte razón, pero ni todos los políticos
viven en un mundo feliz, ni todos los banqueros son corruptos y por supuesto no
todos los empresarios están conformes con la cultura del pelotazo.
Los creadores de opinión y los medios de comunicación utilizan los datos del mapa de la corrupción en España, para generar nuevos contenidos, que a su vez generan audiencia y aumente el valor de las empresas propietarias o gestoras.
(Un ejemplo lo podemos ver en: .http://www.abc.es/gestordocumental/uploads/nacional/mapa%20corrupcion.pdf )
La realidad suele ser otra. Si tenemos en cuenta que la
mayoría de las empresas implicadas en casos de corrupción pertenecen a la
categoría de gran empresa, hemos de decir que en este caso podrían representar tan
solo un 0,1% de las empresas de este país (Datos del Ministerio de Industria
para 2012 http://www.ipyme.org/Publicaciones/Retrato_PYME_2012.pdf).
Pese a ello me gustaría romper una lanza a favor de la PYME
(99,99% de las empresas de este país en 2012) y más concretamente de la
microempresa (95.2%), cuyas características les alejan generalmente de esa
cultura que se acerca a la corrupción.
Por sus propias características la microempresa suele tener un alcance local o regional, son
pocas las que se internacionalizan y pocas las que abarquen otras provincias a
nivel nacional. Por su propia definición cuentan con menos de 10 trabajadores
en plantilla y no superan los 2 millones de euros de facturación anual (Comisión
Europea, DO L63/27. Año 2004). Su forma
jurídica habitual es la del empresario individual por cuenta propia (más
conocido como autónomo, el 52% de las micro empresas).
Debido al volumen de su personal,
las relaciones laborales internas son a menudo pactadas directamente y sin
intermediarios entre el personal y el patrón. La flexibilidad en las condiciones
laborales y aspectos como la conciliación están más que asegurados. Las
relaciones a nivel legal son jerárquicas; pero a efectos prácticos, presentan
estructuras horizontales a modo de trabajo en equipo.
El promotor, propietario o patrón
ejerce habitualmente también como administrativo, técnico o comercial,
dependiendo de la carga de trabajo existente en cada momento. Es uno más en el equipo.
No existen departamentos especializados, sino asignación de tareas en función
de la cualificación y capacidad del
trabajador. No se trabaja por horas,
sino por objetivos. La productividad viene marcada por el cumplimiento de
objetivos y por los resultados obtenidos.
Las relaciones comerciales de la
microempresa suele ser siempre con otras microempresas (Networking, Coworking,
encuentros, jornadas) o empresas pertenecientes al universo PYME. En ocasiones
suelen participar en concursos públicos, fundamentalmente a nivel municipal o
autonómico, en los cuales han de competir a menudo con empresas de mayor
tamaño.
La forma habitual de venta es la negociación
directa y presencial con el cliente. Una vez acordadas las condiciones se realiza el trabajo lo antes posible y se
cobra antes de los 30 días como regla general. Este tipo de venta ayuda a fidelizar al cliente,
creando lazos personales y humanizando las transacciones. Para los
microempresarios la satisfacción del cliente es el objetivo principal de nuestra
actividad. Aunque a muchos pueda extrañar, el fin de una microempresa no es
ganar dinero. El dinero ayuda a conseguir productos/servicios útiles o
necesarios para los clientes.
En la actualidad en algunas
grandes empresas, el Top Ten mundial
y en la mayoría de las microempresas está surgiendo una cultura empresarial
diferente. Michael Forbes, actual presidente de la prestigiosa revista Forbes,
nos indica los elementos de esta nueva cultura empresarial: “Esto ya no se trata solo de hacer dinero, de
hacer negocios (…) se trata de crear valor para otros, soluciones para mejorar
el mundo. Así hay que enfocar el negocio” (Diario El País. Lunes 11 de
marzo de 2013.Contraportada)
Es una respuesta solidaria necesaria
en los tiempos actuales. En cierta forma es regresar al punto de partida.
Cuando surgió el trueque en el Neolítico, la idea era compartir e intercambiar
los recursos excedentarios con aquellas poblaciones que carecían de ellos. Lo
que me sobra, repartirlo entre los que más lo necesitan. Cuando surge la moneda como valor de
intercambio, surge la codicia, la especulación y la corrupción. El valor
solidario inicial se convierte en valor insolidario.
Es curioso observar en la
sociedad actual, como los grupos “alternativos”
promueven el regreso del trueque. Lo vimos igualmente en el “corralito” argentino donde el retorno
del trueque puso nervioso al sector bancario y financiero del país. Y también
en la profusión de tiendas “outlet”,
donde los excedentes de las grandes firmas se venden a precio de producción y
no de mercado; o las tiendas de “comercio
justo” que buscan el entendimiento solidario entre productores y
consumidores.
Las microempresas necesitan
dinero como cualquier otra empresa, hay que pagar facturas es evidente, pero la
idea es saber si uno promueve una empresa para vivir de rentas; o quiere con su trabajo contribuir a mejorar
la vida de los demás. En el uso que se de al dinero está la clave.
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