A menudo escuchamos en eventos
comerciales a políticos que hablan de innovación en el marco de la empresa,
como un valor estratégico esencial. Sin
embargo cuando hablan de innovación se refieren principalmente a la innovación
tecnológica y concretamente al universo que forma el equipamiento informático y
telemático de última generación de cualquier empresa.
Muchas veces esas referencias a
las “TIC’s” o “Nuevas tecnologías” o “Empresas
de base tecnológicas” son eslóganes que los políticos usan para generar
audiencia y los medios de comunicación amplifican. Sin embargo la incorporación
tecnológica de la administración pública lleva un notable retraso con respecto
a otros países.
Las grandes compañías y holdings
“de base tecnológica” lanzan al
mercado cantidades ingentes de productos tecnológicos sin tener, a menudo, en
cuenta la demanda real de los mismos. Es
una oferta tremendamente variada y para un público extenso con heterogéneas necesidades. Así por ejemplo, en el campo de la telefonía
móvil se ha pasado de tener un simple teléfono sin cables, a un dispositivo que
te permite tener literalmente “la oficina
en la palma de la mano”. Incluso hay dispositivos que aún no tienen nombre.
En cuanto a contenidos los hay
para todos los públicos. La mayoría de los dispositivos están configurados para
el uso por un público adolescente o joven con mucho tiempo libre (aplicaciones
enfocadas al ocio). Los contenidos para adultos o para empresarios son escasos
y a menudo costosos. Al final, seguimos
usando diariamente el teléfono, la mensajería instantánea gratuita, y las redes
sociales más conocidas.
El resto de contenidos quedan
arrumbados en el dispositivo sin usarse nunca o casi nunca. Incluso quedan
aparcadas aplicaciones antes atractivas como TV, radio o Internet. Las
tendencias de la demanda y el tiempo vital de las mismas marcan el éxito o
fracaso de un dispositivo y un contenido concreto.
La tendencia observada en los
últimos años habla de productos que mueren antes de salir al mercado, productos
que nadie desea o necesita y que por tanto nunca van a venderse. Los creativos
de estas empresas tecnológicas a los cuales se les han acabado la imaginación,
se les ha ocurrido convertir a los clientes en creativos y hacer productos a la
carta. En definitiva, adecuar la oferta a la demanda. Dar al cliente lo que
realmente desea o necesita. (Recomiendo: http://www.marketingdirecto.com/especiales/recopilatorios-2012-tendencias-2013/10-tendencias-de-consumo-cruciales-para-2013/
).
Los profesionales cuando hablamos
de innovación nos referimos al valor cualitativo de una empresa, a su sistema
de calidad y a la ética que debe primar en cualquier proyecto de innovación. Cuando hablamos de tecnología nos referimos a
la capacidad que tiene la empresa para
innovar. Nos referimos en este segundo concepto al talento del creador
(aptitudes), a las herramientas y al conocimiento necesario para desarrollar
ideas creativas.
Después de la segunda guerra
mundial hubo una nueva revolución tecnológica. Los estudios y experimentos
realizados por ambos bandos durante la guerra, dieron lugar a un marco
científico donde la información cobraba relevancia en la generación de
conocimiento. Este conocimiento podía dar lugar a nuevas líneas de investigación científica y al desarrollo de múltiples productos y
servicios que fueran útiles para la población.
La información se convertía así en el “cuarto poder”.
Con el desarrollo del libre
comercio (Bretton Woods) y de los sistemas democráticos de gobierno, la
innovación se convirtió en un elemento que servía, en su uso civil, para la
integración, la cohesión y el mantenimiento de la paz. El trabajo en equipo permitía la
comunicación y los intercambios. Todos
estos elementos hicieron posible el desarrollo de la industria electrónica,
informática, telemática y robótica.
Así como la investigación bioquímica, el
desarrollo de la genética, avances en medicina y farmacología; así como el
notable desarrollo de la física y las ciencias del espacio. La experimentación con nuevas fuentes de
energía permitió desarrollar la industria energética renovable solar, eólica,
de la biomasa… como alternativas a fuentes limitadas como el carbón, gas
natural o el petróleo.
Sin duda la creatividad y la
generación de talento han estado presente en la última mitad del siglo XX y lo
que llevamos del XXI. Hoy en día cualquier empresa está cualificada para
innovar y tiene capacidad para desarrollar herramientas innovadoras. Pero la
tecnología no es el fin en si misma, es tan solo una herramienta, un objeto,
que usamos para desarrollar nuestros proyectos innovadores. Nos facilita y nos
ayuda a desarrollar nuestro trabajo.
Junto a la innovación se
encuentran otros dos conceptos inseparables: la calidad y la ética. En el
cambio de siglo XIX al XX en Estados
Unidos se comenzó a desarrollar lo que
hoy se conocen como Sistemas de Calidad.
Taylor y Ford innovaron con “administración
científica” y las “cadenas de montaje”, en las cuales un
mismo producto podía descomponerse en sus piezas fundamentales. Especializando
al obrero en cada una de ellas, se podían obtener piezas muy bien hechas en
poco tiempo. Ahorrando con ello tiempo en la fabricación de productos. El sistema generó productos en serie, más
económicos de producir y más asequibles al gran público.
Para fabricar piezas los investigadores
establecieron criterios que iban desde la metodología a emplear, a las
herramientas a utilizar en cada pieza, como a la forma o materia que debía
tener o contener cada pieza. Surgen así procedimientos establecidos y
normas para producir cada una de las piezas. Surgen las “Standard” o normas técnicas. La conformidad con esas normas otorga
niveles de calidad a los productos resultantes, haciendo que este aumente su
valor en el mercado. Con estas normas surgen los distintos centros auditores y
la profesión de auditor o consultor de calidad.
Por tanto innovar es crear,
investigar, desarrollar ideas, aplicar conocimientos, es también dar valor a
tus productos, servicios, formas de trabajo, a los resultados obtenidos. Pero
también es importante seguir principios, criterios y fundamentos éticos para
establecer el valor de una empresa
innovadora. Es la ética la que proporciona confianza en la propia empresa, el trabajo bien hecho y en
lograr la satisfacción del cliente.
La tecnología es importante pero
no es el fin, es más importante la innovación, la creatividad, la generación de
talento o el acceso al conocimiento.
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