sábado, 9 de marzo de 2013

La rebelión de las masas


A menudo el ruido mediático y político no nos deja ver lo que es verdaderamente importante. Las mareas de las noticias diarias  nos llevan de un lado a otro y a menos que seas un surfista puedes acabar ahogándote sin remedio.

En la calle los sucesores de la “rebelión de las masas”, que diría José Ortega y Gasset en el crucial año de 1929,  reclaman hoy más democracia, más pluralismo y más participación. Asisten entretanto como espectadores al gran circo estandarizado de la política, donde hay payasos, malabaristas, domadores de leones, equilibristas, ilusionistas y lanzadores de cuchillos. Todo se mide en base a la audiencia, el nuevo patrón  monetario, que se compra y vende de forma especulativa.

A menudo veo en los medios, a jóvenes y no tan jóvenes que buscan un mundo mejor al que le ha tocado vivir. Pero si se les preguntara ¿Por qué hemos llegado a esta situación? Probablemente pocos darían con la respuesta correcta. La mayoría reproducirían las corrientes de opinión generada por los medios y los grupos de interés. Para poder rebelarse, es preciso saber por que se rebela uno y que objetivos espera alcanzar. ¿Qué es lo que se quiere cambiar y por qué? Por ello quiero aportar mi opinión personal, respondiendo a ese espíritu constructivo que busca un mundo mejor.

Según mi opinión, todo empezó en 1944, cuando se establecieron las bases económico-financieras mundiales en la conferencia internacional de Bretton Woods (New Hampshire, Estados Unidos).De esta conferencia surgieron el Banco Mundial y el FMI. El dólar estadounidense se estableció como la moneda de referencia. En principio estaba pensado para equilibrar las balanzas de pagos y para ayudar a la devastada Europa a reconstruirse (Plan Marshall, OCDE).

Sin embargo la codicia especulativa de muchos inversores internacionales, convirtió lo que era una ayuda y una buena idea en un gran negocio financiero. De esta conferencia surgió posteriormente el GATT (Acuerdo General de Aranceles y Comercio), antecedente de la OMC (Organización Mundial del Comercio) que fomentaba y consagraba a gran escala el libre comercio, organizando el mundo en regiones económicas (Europa, Latinoamérica, Asia-Pacífico, Norteamérica…) y especializando cada una en un rol preestablecido por las grandes potencias industrializadas (el famoso G-8).

 La liberación comercial, desarrollada a partir de los años 70, implicaba la relajación legal  y de la política social, lo que afectó sensiblemente a las conquistas sociales, a los derechos ciudadanos, a los derechos humanos y a las relaciones laborales. Surgían así las tendencias políticas e ideológicas neoliberales y neoconservadoras como impulsoras de esta liberalización. Por el contrario surgieron grupos que se oponían a esta liberalización.
  
El mundo quedó dividido en tres porciones: El Primer mundo: Bloque occidental capitalista; el Segundo mundo: Bloque oriental comunista; y el indefinido Tercer mundo “no alineado”, terreno de nadie y campo de batalla económica. A partir de los ochenta el Tercer Mundo se fragmentó en dos: “Países en vías de de desarrollo” (Fundamentalmente Latinoamérica y algunos asiáticos) y “Países subdesarrollados” (Fundamentalmente África). Los primeros jugarían el rol de mercados baratos y el segundo de despensa de materias primas, con el “todo incluido” en cuanto a disponibilidad. El neocolonialismo económico hizo su aparición.

A medida que avanzaba el tiempo nos encontramos como los países en vías de desarrollo, comenzaron a presentar índices de desarrollo sostenible y no viciado por la especulación. Por otra parte, el colapso de la URSS en 1990 acababa con el segundo mundo. La experiencia de la guerra de Irak (primera guerra del golfo) puso de manifiesto la importancia e influencia del emergente mundo árabe en el contexto internacional. Resucitaba el panarabismo. El primer mundo quedaba en situación de debilidad ante la falta de un contrario. Las nuevas potencias “emergentes” reclamaban su lugar en los centros de decisión internacionales. Surge el G-20 para dar respuestas a estos países.

El nuevo orden surgido tras la primera guerra del golfo se le denominó “Globalización” con dos escuelas contrapuestas: la neoliberal y la neosocialista. Para los primeros (Foro de Davos) la globalización debía ser el culmen del libre comercio, como muestra de su triunfo sobre el segundo mundo. Para los segundos (Foro de Porto Alegre) apostaban por el fin del libre comercio que es un peligro para la democracia y  en segundo lugar apostaban por acabar con el neocolonialismo económico que impedía que los países menos desarrollados pudieran avanzar.

A principios del siglo XXI las tendencias neoliberal y neosocialista se agudizaron  hasta tal punto que acabó en ruptura.  En esta línea surge una nueva forma de anarquismo  que rompía con el sistema político-económico imperante, unas veces de forma violenta (anti-sistemas) y otras de forma pacífica (a través de las organizaciones sociales). Los partidos de referencia, de uno u otro color político han perdido en estos años su influencia en la calle, han comenzado a perder afiliados y votantes. Comienza la desafección por la política y los políticos. Se promueve la democracia participativa directa y/o asamblearia en la calle. El 15-M y su repercusión mundial, la “primavera árabe” son los primeros síntomas de cambio.

Ante este panorama la regeneración ha dado lugar a la búsqueda de un nuevo modelo ético que responda a las necesidades reales de la población. En cierta forma se busca retornar al modelo económico productivo no especulativo (keynesiano). A sistemas políticos más estables y a modelos sociales más cooperativos y participativos en los “res publicae” (asuntos públicos). Queda aún mucho camino por andar.

Por ello como dije en la anterior entrada de este blog: Hay que revalorizar la ética como principal valor de una sociedad civilizada, democrática y plural. Un mundo nuevo es posible si somos capaces de innovar, de comprender, de sentir y de vivir dignamente.

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